¿Quien no ha leído la narración de Job?
Es uno de los libros más impresionantes de toda la Biblia. Lo compuso un altísimo poeta, y como poema acerca del dolor no se ha escrito nada más sublime.
Job era el más rico de su tierra y el más estimado entre los notables. Enseñaba a los ignorantes, defendía a los débiles, socorría a los necesitados, y animaba a los que estaban tristes. Pero un día estando Dios alabando ante sus ángeles, la buena conducta de Job, apareció por allí el pérfido Satanás y comentó: “Claro, es bueno, porque Dios no lo ha dejado sufrir. Pero permítame quitarle sus bienes y verá que maldice y se vuelve en contra de Dios”. Y Dios se lo permitió. Y vino Luzbel y trajo cuadrillas de guerrilleros y asesinos que le robaron todos sus ganados y le mataron sus obreros, y luego hizo caer el techo de la casa sobre sus siete hijos y los mató a todos. Pero Job no maldijo ni se volvió malo. Solamente exclamó aquella frase famosa y admirable: “Dios me lo dió, Dios me lo quitó, bandito sea Dios”.
Y el Señor alabó una vez más a su amigo Job delante de sus ángeles, pero por allí apareció otra vez el malvado Satán y añadió: “Job es bueno porque tiene buena salud. Pero permítame quitarle la salud y verá que se vuelve malo y maldice”. Y Dios se lo permitió. Y le nació a Job una llaga desde el extremo del pie hasta la coronilla de su cabeza. Su mujer lo expulsó de su casa por oler tan mal. La gente lo insultaba y despreciaba. Echado entre el estiércol de una pesebrera limpiaba con un pedazo de teja los gusanos de sus llagas. Y los muchachos de la calle venían a burlarse de él como de un loco. Y la misma esposa le proponía que se suicidara. Por las mañanas suspiraba deciendo: “¿Cuándo llegará la noche?”, esperando que se alejaran los que lo venían a insultar. Y al anochecer exclamaba asustado: “¿Cuando amancecerá el día? Esperando que Satanás no le trajera más espantos y sustos. Y además de todo vinieron tres amigos que en vez de consolarlo se propusieron dedicarse a comprobarle que seguramente él era un hombre sumamente malo ya que Dios había permitido que le sucedieran tantas desgracias.
Y a toda esta narración impresionante. La Santa Biblia añade: “¿Si recibimos del Señor los bienes, por qué no habremos de aceptar también de El los males?”.
En toda la antigüedad no se vio ejemplo tan maravilloso del modo como saben recibir las penalidades las personas de gran carácter. Solamente Cristo logró superar este ejemplo impresionante. Ojalá que nosotros supiéramos sufrir de manera parecida. Y no olvidemos que como premio de esta heroica paciencia, Dios terminó por dar a Job otra esposa mucho más buena, otros hijos e hijas mejores que los anteriores, y el doble de riquezas, haciendas, ganados y obreros de los que había tenido antes, y todo con una salud rebosante; cantidad enorme de nuevos amigos y de aprecio, y 140 años de fructuosa vida.
Siempre es que Dios sabe pagar bien el dolor soportado con heroísmo. A muchos no les pagará de esa manera aquí en la tierra, pero el salario que nos espera en el cielo es mil veces mejor. Con una sola condición: que sepamos sufrir pacientemente, sin maldecir, y ofreciendo al Señor nuestras panalidades.
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